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sábado, 13 de noviembre de 2010

COMENTARIO: SENSACIONES DESDE PARÍS

Por Diego Ruiz (especial para Prensa del Pueblo)

"Solo hay una forma de conocer la verdad, y es estando en el meollo" decia un maestro zen. Bien que este concepto sea atemporal, entenderlo y aplicarlo es crucial en los días que corren. Y aunque Europa no es Latinoamérica ni París Buenos Aires, la farsa mediática ha evolucionado tanto con la globalizacion que nos permiten hacer ciertos paralelismos, y en cierta medida aclararnos el terreno, a pesar de que su intencion es justamente lo contrario. Tenemos, entonces, dos realidades: la del monitor de la tv y la de la calle. La primera de éstas, que debería ser heterogénea y compleja, no lo es ni en lo más mínimo. Leemos o vemos la noticia, no importan la ciudad donde estemos ni el idioma que se hable, todo parece escrito y dirigido por la misma persona. Desde este ángulo, para acceder a esa realidad francesa no hace falta ser francés, ni residir en París. Un buen televisor y ese sano juicio de la "gente bien" de que toda afirmación periodçistica es incuestionable alcanzan. Así que los invito a tomar el control remoto conmigo. Vamos a "informarnos" un poco.

Desde el sofa de casa
En el ano 2007 se anuncia la crisis en Europa. Empieza en España, Grecia, Portugal, pero se dice que llegará a todo el continente, y que es inevitable. Luego nos repiten hasta el cansansio la palabra "déficit" y más tarde diversos informes no paran de reflejar la enorme diferencia entre la edad media para jubilarse en toda Europa y el límite de sesenta años que establece la ley francesa. Analistas mediáticos establecen en 2009 que una reforma sobre la ley de jubilaciones sería la solución al déficit estatal. A principios de 2010 el terreno está listo y el ministro de Trabajo De Woerth lanza su cruzada con un Sarkozy por el momento al margen. En junio comienzan las movilizaciones masivas. La reacción de la gente es entendible, dice el periodista frente a la cámara, pues el tiempo calmará las aguas y nos llevarán al entendimiento de que todos tenemos que hacer un esfuerzo. Incluso en Alemania la gente se jubila a los 65 años.
Pero las cosas se complican y Sarkozy entra en escena. No hay marcha atrás ni posibilidad de debate. Los sindicatos responden llamando a la huelga a los estudiantes. La sensación de irresponsabilidad de los líderes sindicales es, desde la pantalla, patente y desesperada. Empiezan los bloqueos a rutas y estaciones de servicio y hay tres o cuatro días de caos. Nos informan las pérdidas en millones que provoca todo este movimiento. Nos repiten que Francia no puede permitirse mucho tiempo más de esta manera. El 26 de octubre se vota la ley en el congreso y se instala el duro otoño europeo en las calles. La movilización se desinfla. Los sindicatos, desorientados, comienzan a pelearse entre ellos y la gente parece haberles dado la espalda. La cobertura mediática es casi nula. Todo vuelve a la normalidad. Fin de la transmision.

En el meollo
Apagamos la tele y salimos a la calle. Es martes 12 de octubre y estoy en Plaza Italia. El ambiente es desbordante. Es la segunda manifestación más grande desde que se anunciara el conflicto. El apoyo de los estudiantes es emotivo, y crucial. Marchamos por Avenida Des Gobelins acompañados por las consignas estridentes de altavoces instalados en combis. De fondo, la canción del comandante Che Guevara. Somos tres millones o trescientos mil, depende como se mire, pero somos pueblo despierto, algo ha germinado y continuará creciendo. Pues no es solo contra la reforma de la ley de jubilaciones, es también contra las políticas racistas de inmigracion, la precariedad laboral, la banca mundial, el sistema. Se canta "que se vayan todos" (qu'ils s'en allaient tous) y yo me siento como en casa, pierdo el absurdo de la nacionalidad y me uno a la lucha de clases. Estando en el meollo no hay duda de que esto es algo grande y que se irá hasta el final, cueste lo que cueste.
Nos damos cita el sábado, y la semana siguiente, así hasta llegar al martes 26. La ley va a votarse y hay que hacer una buena demostracion de fuerza, de descontento. Pero el recorrido de la marcha es, una vez más, ingenuo, carente de protagonismo.
La policía bloquea pasos clave y todo que da en parques y plazas, jamás se confluye en ningún edificio gubernamental de ningún tipo. Me invade la idea de que algo falta, de que se podría ser más eficaz, más combativo.
Sin embargo la aprobación de la ley no es asumida como una derrota, sino como un desafío. "Lo que resuelve el parlamento, la calle puede disolverlo", cantan. Y bajo esa consigna se acuerda continuar la lucha. Pero los medios desmoralizan, el frío aumenta y la lluvia no cesa. La idea de que se ha perdido ya está instalada y quienes siguen parecen ser solo unos sonadores haciendo la heroica en algún bloqueo.
Es, en este contexto de desesperanza, que me invitan a trasmitir mis sensaciones desde París, y en este lunes gris no tengo la motivación de escribir que sí, que tal vez es como dice la tele, que nos han vencido.

Despiertos
Me desperezo y pongo el agua a calentar. Es martes 9 de noviembre y entre mate y mate escucho las noticias matinales de la radio. El París Saint Germain ganó el clásico, la temperatura roza el bajo cero y habrá lluvias torrenciales durante toda la jornada. El movimiento social no es siquiera un recuerdo. Es en la ducha que creo escuchar un sonido como familiar, como de bombos y trompetas. Abro la ventana y apago la radio. Y ahí estan, Avenue de la Republique, mi barrio. Otra vez las combis con sus altoparlantes y la muchedumbre con sus banderas. Bajo, mate en mano, las escaleras de a cinco escalones. Me veo y me reconozco en ese tumulto. Y me cago de frío, ¡pero somos otra vez un monton!
La tevé ya hizo vuelta de página, ya mostró su realidad. Yo relato la mçia, la que dice que aquí estamos, que esto no ha terminado sino que acaba de empezar. Mañana entra la ley en vigor. No importa, el movimiento está latente y la calle volverá a gritar su verdad.